Por: Jaime Arturo Báez Agudelo, Director de Pastoral CSL.
Nos unimos en oración por el éxito de la experiencia de los Ejercicios Espirituales que vivirán nuestros compañeros apostólicos del 1 al 9 de abril.
Hoy como comunidad el Padre Enrique Alfonso Gutiérrez Tovar, SJ asistente administrativo de la Fundación Carlos González, hizo la entrega cada Ejercitantes de la sagrada Escritura como signo de envío:
Grupo Maestros, Casa Villa Kempis-Manizales, Caldas:
Adriana Puerto / Diana Esperanza Rodríguez / Ignacio Izquierdo / Leonardo Medina / Jonathan Gamba / Juan Carlos Rojas.
Grupo Directivos, Casa San Claver- Santandercito, Cundinamarca:
Nivia Roldan / Diana Milena Villalobos.
Los Ejercicios Espirituales son una serie de actividades, que surgen desde la herida que recibió San Ignacio de Loyola en mayo de 1521 en Pamplona-España, punto de partida de su proceso de cambio de vida.
¡Estos Ejercicios Espirituales Ignacianos implican que quien acepta entrar en ellos esté también dispuesto a hacerlos, a ejercitarse! Todo ejercicio implica esfuerzo: romper la inercia de los modos ordinarios de vivir; salir de la pasividad del oír, del ver, del comportarse simplemente como un espectador. Exigen entrar a ser actores: subir al escenario y actuar, bajar al campo de deporte y jugar, entrar en la palestra del espíritu y luchar.
Los Ejercicios Espirituales son una actividad del espíritu. Del espíritu del ser humano, en primer lugar. Son “todo modo de examinar la conciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mentalmente, y de otras operaciones espirituales” [EE.1]. Por ello es necesario disponer nuestro espíritu para trabajar, para encontrarnos con nosotros mismos en total sinceridad y honestidad; para dialogar con nuestro propio yo y, sobre todo, para dialogar con Dios.
Son, en segundo lugar, una actividad del Espíritu de Dios en nosotros. Hacer ejercicios espirituales es someterse, de manera especial, a la acción suya en el fondo de nuestro corazón. Es estar atentos a sus mociones, a sus llamados, a sus impulsos. Y esto es lo más importante de todo. “¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (1 Cor. 3,16). ¡Pero la inhabitación del Espíritu no es pasiva… es actuante, viva! Es dejar “que el mismo Criador y Señor se comunique al alma devota abrazándola en su amor y alabanza, y disponiéndola por la vía que mejor podrá servirle en adelante”. [EE.15]. Es dejar “obrar inmediatamente al Criador con la criatura, y a la criatura con su Criador y Señor”. [EE.15]. Ejercitarse es, en último término, unir nuestra oración a la oración del Espíritu que “ora en nosotros con gemidos inenarrables”. (Romanos 8,26).
Es dejarse moldear por el Señor, como el jarro en manos del alfarero. Es ponerse en sus manos para que Él haga de nosotros lo que quiera.
Los Ejercicios Espirituales son “para vencerse a sí mismo y ordenar su vida, sin determinarse por ninguna afección que sea desordenada”. [EE.21]. Son “para preparar y disponer el alma, para quitar de sí todas las afecciones desordenadas, y después de haberlas quitado para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud de su alma” [EE.1].
Son para:
– Ordenar la vida
– Vencerse a sí mismo – Las afecciones desordenadas
– Buscar y hallar la voluntad divina
Oremos para que el Creador se pueda comunicar con cada uno de nuestros compañeros y así poder seguir construyendo su Reino amando y sirviendo, buscando una sociedad más justa.